viernes, 24 de abril de 2009

La sociedad de los sentidos muertos

Los medios de comunicación (la televisión como reina coronada) son la base de una percepción intrínsicamente generacional sobre nuestra imagen de país. Día a día se moldea en arcilla sintética un panorama erróneo sobre nuestra sociedad, y, desafortunadamente, el artesano a cargo de la faena es el de las manos menos minuciosas. Ante esto, la intranquila conciencia erudita de nuestra nación afirma y clava a menudo el puñal más doloroso, (para nuestra realidad no se puede exigir menos): “estamos sumergidos en una comunidad del pensamiento Express,” donde la opinión embotellada es bien acogida y, para la mayoría, más fácil de digerir. Cada ser que pisa nuestro territorio y se identifica con él, lleva sazonadas las entrañas con nuestra cultura, por tanto, acarrea en sí a toda una nación desarrollada ante la premisa de: la información como fuente del conocimiento. Se debe esto a un factor meramente humano de inquietud, de levantar la cabeza y decir “así que esto se tramaban los holgazanes de La Moneda” o “En esto quedó el romance de Fulano”, y variedad de vociferaciones infundadas. Pero ¡atención! No debemos pecar de soñadores, bien sabemos que esta necesidad de información (para un número importante de compatriotas) es celebrada y aceptada siempre y cuando venga adosada a pompones alelantes, un trato amigable y si fuese necesario, una acotación continua de la información para no hacerla tediosa ni rechazable. Podríamos afirmar entonces, que la necesidad de informarse existe, pero ¿existe el deseo de hacerlo elaboradamente? La respuesta está sobre su mirada, en mis palabras, en las ya mencionadas.

El panorama expuesto, que bien no se ciñe a un orden cronológico de desarrollo por el saber, nos habla de una base histórica fallida, un piso de avance tembloroso, fundado en la satisfacción inmediata. Y es que todos los pasos para colisionar contra nuestro mundo actual ya fueron dados y plasmados, tales emulaciones baratas de lo que es y fue la cultura de la alta América, los verdaderos gestores intelectuales del “Pensamiento Express”, Los Estados Unidos de Norte América. Me pregunto entonces: ¿Existe una imagen propia de país, si la que creemos tener, la exponemos mediante métodos foráneos? Aparentemente no. Imitamos a una sociedad de ojos de pantalla y aún así creemos saber quienes somos ¿Podríamos hablar de nuestra sociedad como “la sociedad de los sentidos muertos”? Nos estamos muriendo como riqueza reflexiva, eso está claro, y nuestro filtro sensorial, es lo que hoy, ha comenzado a generar problemas.

Durante siglos, la máscara de una sociedad se basó en el tino generalizado, hoy lo que vale e impone una tendencia es la determinación de los grandes capitalistas, dueños de los medios de comunicación. Es así como atrás quedó el sistema de los medios de masas que reflejaban fielmente el vaho propio de un pueblo y nación. Por desgracia, nos movemos a diario en una maraña de mensajes manipuladores, principalmente provenientes desde la televisión, y es este el método por excelencia para crear a una “sociedad rentable”, tanto o más que haber sido el creador de la “Coca-Cola” o el padre intelectual de los “Combo Mc’ Donalds”. Aquí se construye el puente con la idea antes expuesta: Ya no hay filtro sensorial ni intelectual entre nosotros, tan sólo hay capacidad de aceptar, nos basta con el conformismo. Se desencadena por tanto una falta de certeza generalizada ante nuestra imagen. Ahora, ya delimitadas las razones generales de nuestra pobreza intelectual como sociedad. Podemos preguntarnos ¿Cuál es nuestra verdadera imagen? Distintos clichés informativos circulan en los medios: Pueblo de flojos, del “todo a último momento”, felicidad ante eventos conmemorativos, tristeza ante pérdida de charlatanes, bajo perfil deportivo, cabeza gacha ante la faena diaria, estigmas auto-impuestos, choripán jugoso, mente disecada. Si lo analizamos fríamente, realmente no necesitamos de payasos poco sobrios, revolviéndonos los sesos para hacer significativas nuestras vidas. ¿Una pantalla delirante nos convence de nuestra propia realidad? ¿Somos tan exitosos como don Francisco? O ¿Tan lastimosos como el más sórdido rincón de nuestro país? No hablo de creernos una escoria, pero hay que ser realistas, nuestra imagen de país, no es la de un rebaño de analfabetos moviéndose ante un motivo sin fondo, cantándole al dinero, saboreando lo incorpóreo. Sinceramente hablando, la televisión es un reflejo de un ideario sintético, y está a años luz de poseer la estampa original de nuestra nación. Por desgracia, nadie escapa a este método de posesión generalizado: Arduos horarios de trabajo, pobreza, tiempo limitado, entre otras vicisitudes, desembocan en una relajante llegada al hogar, para abrir la mente a lo más fácil: dejarse engañar. No cuesta tiempo, ni trabajo mental, sólo un sillón y las ganas de ser nadie, no trascender. Lo lamentable es que el sistema va filtrándose por nuestros poros hasta incorporarse realmente en nosotros. Pasamos a ser lo que ellos desean, a actuar como ellos lo estipulan. ELLOS los grandes, poseedores de nuestras vidas. ¿O somos nosotros? En fin, todos colaboramos a la creación de una sociedad plástica, donde hasta lo costumbrista es “acostumbrista”, es decir, nos acostumbran a considerarnos de tal o tal modo. Noticieros, matinés, conversaciones vagas, se mueven en el mismo objetivo destructivo, disuasivo, persuasivo, etc. No responsabilizo a los hombres de labor, sí hay quienes quieren tomar las valijas y emigrar a un mundo donde nuestra pobre imagen televisiva sea un difuso recuerdo del pasado. Pero ¿No da más dividendos mantenerse tal como estamos? Es obvio, el dinero para algunos, es la cumbre de la existencia, y por lo mismo, le despojan a otros su capacidad de reflexión, les imponen opinión desde que comienzan a pensar y divagar, si es que se le puede llamar así a lo que ocurre diariamente entre nosotros. “El ciclo es exitoso.”

“Un hombre cruza senda arteria urbana con las ojeras renegridas por el cansancio, la gente no se detiene, ni a mirarlo a él, ni a mirarse a sí mismos. Él observa detenidamente, como desde las vitrinas de una calle central, centenares de pantallas vomitan mandatos atrayentes, desde la vereda opuesta se mueve un precipicio. El hombre se detiene justo en el centro de la calzada, al otro lado de la calle se mueve una inmensidad de adversidades. Las pantallas iluminan, lo demás ennegrece. El uno tranquiliza ¿el otro destruye un cuerpo cansado? ¿Cómo saber si lo oscuro es hondo y negro? ¿Cómo saber si el fruto es venenoso sin probarlo?” Y tú ¿saltarías al precipicio?

domingo, 22 de marzo de 2009

Hojas Grises

Ciertas hojas grises de venosas garras,

De desplante altivo, filosas, aladas,

Impregnábanse a mis carnes terneras,

Las fueron horadando tal bisturí con velo de desgracias.

Y así fui:

Trago sordo de bolo negro,

paladas-palabras de hadas inflamadas,

Sorbo dulce de amarga corteza de raulí.

Rayo oscuro de luna rojiza (sangrante)

Paso agigantado de hormiga lacónica.

Siervo fiambre de pétalos de hierro.

Un acorazado a sacos de dientes fulgurantes,

¡Ululante engendro del crear cayendo de bruces!

¡Oh amadas hojas grises!

¿hasta cuando las aborreceré?

domingo, 8 de marzo de 2009

2009--2

Como se tejen los flores entre tu pelo,
así crezco yo entre tu cuerpo de ave,
desplegaste tu vuelo, SILENCIO

2009...

Fuiste un bocado dulce,
rojo diamante-cristalino,
el contorno de tu acento pareció traido de rieles floridos,
tras montículos de años-tierra naciste,
tres años de cordillera nos separan ME DIJO EL CALENDARIO...
Y aún así arrastraste tu acento tal tren en alerta,
acariciándome con un VENÍ rotundo,
que me cerró los poros de la lengua.

Adoro mecer mi sueño en trenes de sábanas,
de un negro cegador de hollín de la noche.

frotar mi maquinaria al frenar,
contra la panza de hierro del camino,
contra la estela de rieles que consumo...
susurrá impetuosamente: CALLATE Y DORMÍ.

S XX1

Era de esos días oscuros,

De estalagmita en las nubes,

De una pausa p

R

O

F

U

N

D

A

El ejercicio de mis pulmones ya era mucho.

La desgana me regía como líder innato.

Una cama por sepulcro, habría sido DULCE.

Si no hubiese surgido de entre el barro seco,

Un impulso de vida tal cometa arrasador

Un grito de soldado resistente,

Un respaldo del alma hinchiéndome la carne,

¡Oh Ángeles resurgentes copen mi gemido!:

Quería un vaso de Coca-cola.

Porque sí

Realmente no sé en que consiste este impulso repentino de escribir, muchos lo explicarían como una respuesta lógica a la necesidad de llorar, de reir, de contorsionar el peso de mis remolinos enunciativos en palabras digeribles. Esta explicación convencional, comprensible, casi tangible no se acerca en lo más mínimo a ese nosequé que crece vigoroso en mis marañas-entrañas. Aunque no lo crea, ni lo crean, es más por un "porque sí". Por el árbol, por la mesa, por el vaso lleno, por el gato, por las hojas que cuelgan de mi tronco, y el picaflor que baila fuera de mi ventana, fuera de mis ojos, dentro igual, que importa. Podría citar infinidad de elementos que suelen parecer parte de mi esencia, si el ejercicio de ser fuese simple de relatar, juro que lo habría hecho así. Por ahora, creo que me limitaré a no alardear de pensador alocado, desaforado, vomitador de lamentos, creador de cualquier realidad "original". Basta con no saber, saber nada (aunque la nada ya es algo pero bueno) estoy aquí porque sí, no me hinchen eh! Si pudiera responder el por qué de escribir, sabría responder el por qué de todo y no estaría deslizando mis manos por este teclado.